jueves, 17 de noviembre de 2011

Curso básico de racismo y machismo*

By Eduardo Galeano
Por algo fueron mujeres las víctimas de las cacerías de brujas, y no sólo en los tiempos de la Inquisición. Endemoniadas: espasmos y aullidos, quizá orgasmos, y para colmo de escándalo, orgasmos múltiples. Sólo la posesión de Satán podía explicar tanto fuego prohibido, que por el fuego era castigado. Mandaba Dios que fueran quemadas vivas las pecadoras que ardían. La envidia y el pánico ante el placer femenino no tenían nada de nuevo. Uno de los mitos más antiguos y universales, común a muchas culturas de muchos tiempos y de diversos lugares, es el mito de la vulva dentada, el sexo de la hembra como boca llena de dientes, insaciable boca de piraña que se alimenta de carne de machos. Y en este mundo de hoy, en este fin de siglo, hay ciento veinte millones de mujeres mutiladas del clítoris.

No hay mujer que no resulte sospechosa de mala conducta. Según los boleros, son todas ingratas; según los tangos, son todas putas (menos mamá). En los países del sur del mundo, una de cada tres mujeres casadas recibe palizas, como parte de la rutina conyugal, en castigo por lo que ha hecho o por lo que podría hacer:

—Estamos dormidas— dice una obrera del barrio Casavalle de Montevideo. —Algún príncipe te besa y te duerme. Cuando te despertás, el príncipe te aporrea.

Y otra:

—Yo tengo el miedo de mi madre, y mi madre tuvo el miedo de mí abuela.

Confirmaciones del derecho de propiedad: el macho propietario comprueba a golpes su derecho de propiedad sobre la hembra, como el macho y la hembra comprueban a golpes su derecho de propiedad sobre los hijos.

Y las violaciones, ¿no son, acaso, ritos que por la violencia celebran ese derecho? El violador no busca, ni encuentra, placer: necesita someter. La violación graba a fuego una marca de propiedad en el anca de la víctima, y es la expresión más brutal del carácter fálico del poder, desde siempre expresado por la flecha, la espada, el fusil, el cañón, el misil y otras erecciones.

*Fragmento

Patas arriba: la escuela del mundo al revés

miércoles, 2 de noviembre de 2011

El camino de los ingleses

Hace unos meses vi la película española El camino de los ingleses, dirigida por Antonio Banderas, una película que mezcla poesía, la historia de un grupo de jóvenes a punto de convertirse en adultos y decidir el camino de sus vidas. En la película se presentan reflexiones en off que va introduciendo un locutor de radio, poniendo voz y poesía que sirven de hilo conductor de la película que cuenta además con una fotografía maravillosa. No les cuento la historia porque espero que puedan verla y disfrutarla como yo. Extraje algunos versos que se narran en ella y espero que les gusten.



Así es como pasa el tiempo,
igual que la traición, callado…
Estábamos advertidos,
pero nunca hicimos caso a ninguna voz que no fuera la nuestra…


Abrirás los ojos
y pensarás a dónde aquella tarde,
deberás de ir en busca de las piezas
con las que componer tu vida….

Mi voz, calando hasta lo más hondo de vuestras conciencias, mientras dormís, mamáis,
o váis camino de un trabajo que no os importa,
y vosotros seguíd,
seguíd riendo de lo que no conocéis…

Vosotros seguíd,
seguíd sin rumbo por esta calle que no lleva a ninguna parte, camino de los Ingleses.
Vuestra vida es una bandera mojada
de lluvia y barro que ningún viento
puede ya hacer ondear, seguid, seguid, seguid…

Así que…
vayan recogiendo su equipaje de playa,
el verano nos dice adiós,
y sepan amigos que este va a ser un otoño lluvioso,
a la vuelta del tiempo volveremos a encontrarnos con el sol,
eso será el verano que viene,
la estación de los enamorados…
Hasta entonces, amor y compañía para todos…


Si, prepárense,
tendremos un otoño lluvioso amigos del tiempo y del corazón,
después vendrá la recompensa dulce del sol, amigos del tiempo,
abriremos nuestro pecho a la luz,
y nuestra vida,
y nuestro tiempo…

Pero ahora amarga nuestros pasos
el tambor triste de la lluvia,
esta melancolía, esta música…

Lloverá, lloverá,
lloverá y la lluvia nos llevará al recogimiento,
una mano junto otra mano…
Mojémonos en el baile de la vida
y dejemos que la lluvia haga su trabajo,
dejemos que la lluvia ya haga por nosotros,
que sea ella, no nosotros, quién juegue con la tristeza
y que nuestro corazón vuele lejos, lejos…


Si, llovió,
la noche fue una ruleta trucada,
una moneda lanzada al aire,
que cayó por el lado de la cruz,
un mal viento,
una mala noche arrancaba con un tiempo de sueños,
después vinieron todas esas nubes, vientos,
y sol que yo anunciaba cuando el mundo era posible,
pobre vida ilusa , pobre ilusos,
poetas que no escribieron ningún verso,
nunca vimos las costas de África,
las costas de África…


No, nunca,
desde ninguna terraza,
desde ningún mirador, ni faro ni azotea,
vimos las costas de África,
pero allí, detrás del horizonte,
siempre intuimos el furor de lo desconocido,
el reflejo de la vida,
que, quien sabe, quizás jugando
en nuestra ruleta habríamos podido alcanzar…